Construcción
y Pedagogía para La Paz

Colombia es un país que ha vivido en guerra permanente desde mediados del siglo pasado, lo que significa que los menores de 70 años, es decir, una, dos y hasta tres generaciones, por no decir la gran mayoría de la población del país, no han conocido una paz estable. Esto, ya sea por enfrentamientos entre partidos políticos tradicionales, por el afloramiento de disputas por la tierra y sus recursos, por la aparición del narcotráfico y bandas puestas a su servicio o por la confrontación por el poder entre las élites de los gobiernos y grupos alzados en armas. Todos estos son componentes complejos de nuestra trama de conflictos y violencias que se trasladan a la vida cotidiana y familiar, banalizando y normalizando la violencia como algo connatural a los colombianos. Han transcurrido varios años desde la firma del Acuerdo de Paz, en el que, después de más de cinco décadas, se logró un acuerdo con uno de los actores más importantes del conflicto armado, las FARC-EP, el cual fue tramitado en medio de muchas intolerancias por parte de quienes se han opuesto a la paz, bajo una oposición política al acuerdo y una insuficiente pedagogía sobre sus benevolencias, lo que obstruyó un camino de comprensión de las ganancias de la paz. Hoy nos hemos dado cuenta de que esta no se puede reducir a la firma de un documento o a un apretón de manos.

La paz es un proceso complejo y a la vez cotidiano; “no hay camino para la paz, la paz es el camino,” dijo Mahatma Gandhi y nosotros ¡la paz se construye en el andar! La anterior radiografía nos impone la necesidad de una nueva narrativa desde la no violencia para la construcción de la paz como bien público y comunitario, que nazca como la satisfacción de todas las demandas y derechos ciudadanos, de niños, niñas y jóvenes, grupos étnicos, de género, población LGTBI, campesinos y personas con discapacidad (PcD).

A la narrativa que pretende perpetuar la guerra se requiere contraponerle una nueva, que insista en la reconstrucción de memorias populares y comunitarias, de construcción de paz que vaya de abajo hacia arriba, desde la vereda hasta la ciudad, desde lo personal y familiar a lo colectivo, desde lo interreligioso, desde los territorios al país y con ello, significar la comprensión de las nuevas realidades políticas que emergen y darles paso a nuevos actores de paz. Esa narrativa necesariamente habrá de fomentar actitudes y procesos de paz, reconciliación y transformación de conflictos, que apunten a prevenir la reproducción de la violencia en la vida cotidiana, sensibilizando a la población en cuanto a las causas y las diversas manifestaciones de la violencia, capacitando pedagógicamente a las diversas generaciones para resolver y gestionar conflictos de forma pacífica y constructiva, transformando la cultura de la violencia en una cultura de paz, democracia y equidad, que reconozca la jurisdicción especial indígena y el respeto a los derechos humanos y que, de manera muy decidida, nos lleve a reconocernos como sujetos de derechos ciudadanos.

El discurso de la paz debe hacerse vivo y debe ser un relato que florezca y se anide en las poblaciones. La paz territorial debe llevar efectivamente a construir territorios de paz incluyentes, participativos y con una mejor distribución de poderes locales y esto solamente es posible con la existencia de núcleos de poder local que movilicen las ideas y garanticen la inclusión y la participación democrática, que busquen, desde el entendimiento de sus procesos sociales y características territoriales, articular y asegurar medidas de verdad, justicia, reparación y no repetición para las víctimas, para que se evite la impunidad y se propenda por sanar su dolor.

La pedagogía para la paz debe dotar de elementos conceptuales para hacer valer y respetar los derechos ciudadanos, pues en muchas ocasiones las comunidades, organizaciones y líderes se encuentran con cientos de negativas, tanto judiciales como acciones violentas, de parte de organismos estatales y al margen de la ley; es el caso de los asesinatos y amenazas a los líderes sociales, comunales y defensores de derechos humanos, los abusos del poder militar sobre la población civil, el reclutamiento forzado, la estigmatización de la protesta social, el constreñimiento al voto, entre otros.

De tal forma, la apuesta nacional por construir una pedagogía de paz diversa, contextualizada y territorializada, enfocada en la comprensión, incidencia y transformación como oportunidad de construir país con paz estable y duradera, se constituye en la oportunidad de reinventarnos como sociedad.

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